Comportamiento agresivo en niños y adolescentes

¿Podría ser deficiencia genética?

Conoce nuevo descubrimiento científico sobre el impacto del Gaba

Por Dra. Carmen Báez Franceschi, Pediatra

Estudios revelan que momentos de crisis prolongada como la cuarentena COVID presentan un aumento en violencia y agresividad tanto en la población pediátrica como en adolescentes. Investigaciones recientes están demostrando la asociación de la conducta violenta con deficiencias en neurotransmisores. Los neurotransmisores son los químicos que logran que las neuronas se comuniquen.

El descifrar el genoma humano ha traído grandes avances en la medicina.  No solo entendemos mejor cómo funciona el cuerpo humano, sino que vemos las enfermedades desde un punto de vista diferente. Podemos definir con mejor precisión lo que causa el síntoma en una persona versus otra. Las diferencias individuales es la clave de encontrar el tratamiento efectivo de un paciente versus otro.  Antes, solo podíamos controlar los síntomas con medicamentos que en muchos casos mejoran el síntoma, pero con todos los posibles efectos secundarios.

Los genes definen los trillones de reacciones químicas que logra que nuestro cuerpo se mueva, digiera y combata algún virus, entre otras muchas funciones. Entre estos procesos se han encontrado uno que produce un neurotransmisor llamado Gaba.  Este neurotransmisor es el inhibidor del cerebro y es el responsable de un sinnúmero de procesos en nuestro cuerpo. Cuando una persona siente coraje, ansiedad o depresión también están envueltos otros neurotransmisores como la Serotonina y la Dopamina, pero estudios clínicos demuestran que GABA es el neurotransmisor regulador.

Mutaciones heredadas de los padres en los genes que tiene que ver con la producción o el metabolismo del GABA, serotonina y dopamina afectan la cantidad de neurotransmisor que el individuo puede producir. Estas mutaciones afectan negativamente la eficiencia de la reacción química.  En situaciones de estrés (por ejemplo, un coraje inesperado) en donde la persona necesite un neurotransmisor para calmarse, si tiene una mutación genética, esta no le permite producir el neurotransmisor en los niveles necesarios para calmarse, con toda probabilidad la persona se tornará agresiva, ansiosa más de lo normal. En el caso de los niños se puede en una rabieta exagerada, de forma frecuente, que no puede controlar.

“En mi experiencia clínica, para tratar efectivamente y disminuir el comportamiento agresivo en pacientes deben tratarse todas las áreas de problema: Primero se deben hacer laboratorios. Muy importante hacer laboratorios genéticos e identificar mutaciones que puedan disminuir la producción de los neurotransmisores. En adición, se debe trabajar con modificación de comportamiento, terapias sicológicas para sanar traumas emocionales. Por último, hay que identificar y tratar otras condiciones de salud que puede afectar el sistema neurológico. En este caso, tratar condiciones del sistema digestivo porque sabemos que los neurotransmisores como la serotonina se producen mayormente en el tracto gastrointestinal” expresó la doctora especializada en pediatría Carmen Báez Franceschi.

“En estos momentos, gran parte de la población está bajo mucha tensión emocional por diferentes razones: miedo de contagiarse de COVID, han perdido el trabajo, mayores problemas con relaciones de parejas y/o familiares.  Los niños y adolescentes también están experimentando el aislamiento, menos actividad física, más exposición a tecnología, cambios en la rutina, etc., las pruebas de epigenética pueden explicar los síntomas y ayudarnos significativamente a tratar efectivamente sin los efectos secundarios de los medicamentos tradicionales” concluyó Frasceschi.

Referencias:

Jewett BE, Sharma S. Physiology, GABA. [Updated 2020 Aug 29]. In: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2020 Jan-. Available from: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK513311/

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Takahashi A, Quadros IM, de Almeida RM, Miczek KA. Behavioral and pharmacogenetics of aggressive behavior.?Curr Top Behav Neurosci. 2012;12:73-138. doi:10.1007/7854_2011_191

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