Por Dra. Myriam B. Cruz, Especialista en Medicina Interna, Cuidado Crítico
En mis años como médico, he visto de cerca como cada ser humano responde de manera distinta al dolor y las diferentes condiciones de salud que le afectan. Soy fiel creyente de las bondades del Universo, y como este obra para bien entre nosotros. En esta ocasión tengo la oportunidad de dirigirme a ustedes en carácter de medico escritor, lo que no es usual en mi. Por lo regular estoy en el campo de batalla frente a las condiciones y situaciones que traen mis pacientes.
¿Alguna vez te has detenido a pensar que pasa con el paciente que es diagnosticado con el COVID-19? ¿Qué pasa por su mente?, ¿miedo? ¿Qué dificultades, limitaciones o necesidades afronta? Nosotros los médicos de primera línea, vivimos a diario la experiencia de sentir toda esa energía, que de una forma u otra estos nos transmiten. Créanme, manejar tanta energía drena. Permítanme la oportunidad de mover algo de esta energía a través de mi escrito, las que comparto con ustedes con la humildad que me caracteriza.
Se habla muchísimo de protegerse, ponerse la mascarilla, lavado de manos, distanciamiento social, entre otras. No quiero restar importancia a lo mencionado, pero quiero que veas a través de mis ojos algunas vivencias que te ayudaran a ver la importancia de protegerte y proteger a los tuyos. Y más importante aún, “no dejarlo solo durante la enfermedad”.
Una mañana de trabajo cualquiera, en la sensación de enfermedad y frialdad que un cuarto de asilamiento te inyecta, está este paciente, que en circunstancias normales seria una proyección tan distinta a lo que vi. Se encontraba despeinada, tenía dificultad respiratoria, sus pijamas mal acomodadas a un cuerpo que temblaba de frio. En ese momento todas aquellas advertencias de cuidado dejaron de pasar por mi mente. Solo tome un cepillo y la pase sobre su cabellera. Soy el tipo de médico fuerte de carácter, pero empático al dolor.
El COVID-19 en su selectivo y mortal paladar, afecta mayormente a las personas mayores en edad de condiciones físicas más vulnerables. Este paciente en su distanciamiento mandatorio (aislamiento terapéutico) se estresan por aburrimiento, incertidumbre, miedo, pérdida de apetito, entre otras. En el peor de los casos, alejamiento de los seres queridos, no poder verlos, ni abrazarlos, esa conversación de familia que es medicina para esta población. Nosotros los profesionales de la salud hacemos todo lo que está a nuestro alcance, en realidad no lo suficiente.
La cantidad de casos que llegan a diario, el miedo a contagiarnos, el cansancio y carga emocional, la familia, ¡en verdad es drenante! Crea en nosotros esa defensa emocional, que no percibimos, hasta que te detienes a mirarlo a los ojos y entrar en su dolor.
El COVID-19 no da tregua, nosotros los médicos de Sala de Emergencias tampoco. En la medida que la pandemia continua los hospitales y el personal de cuidado estamos tomando medidas para lidiar con los efectos de este terrible distanciamiento. ¡Las rondas e intervenciones están siendo continuas y monitoreadas, con el propósito de asegurar ese buen día!, ¿cómo estas?, ¿te puedo ayudar? Sabemos que parte del mejoramiento del paciente esta en su estado de animo y nosotros los “boricuas” somos familia.
Las condiciones de trabajo a la que nos exponemos todos los profesionales de salud, enfermeras, médicos, técnicos de laboratorio, imágenes, paramédicos, en fin, todos los que estamos día a día luchando contra algo que no podemos ver a simple vista, pero que tanto daño nos ha hecho. Esta levantando una nueva cepa de profesionales empáticos al dolor y consientes de la importancia de esas medidas “molestosas” de uso de mascarilla y lavado de mano.
Los pacientes de COVID-19 necesitan mucho más que medicamento y terapias, necesitan que pongamos atención a sus necesidades emocionales. Entiéndese, escuchar, validar sus emociones, implicarse en su condición, mantener un clima de confianza, ayudarles en su adaptación a su situación de salud, entre otras.
No quiero concluir sin mencionar que escogimos un camino de vida sacrificado y lleno de emociones. Alguna vez juramos… “En el momento de ser admitidos entre los miembros de la profesión médica, os comprometéis solemnemente a consagrar vuestra vida al servicio de la Humanidad”. Seguimos de pie ante la situación de salud pública que nos aqueja y la que pueda venir, deseo desde lo profundo de mi alma seas bendecido por el Universo, amen.