Desde pequeño Enrique Garcerán sentía curiosidad por ver cómo cocinaban su madre y su padre. Entonces como ahora, los olores y sabores se quedaban en su cabeza. “No se van jamás y después uno intenta día a día plasmarlos en los platos para los clientes”, cuenta. Al cumplir 18 años, este chef madrileño nacido en 1988, aterrizó en Londres con la intención de aprender inglés, pero en un restaurante de comida internacional se dio cuenta de que su auténtica vocación era la cocina.
Un año después ingresó a la escuela de alta cocina francesa Le Cordon Bleu en Madrid y luego se especializó en cocina tailandesa en Bangkok. “Uno nunca deja de formarse. Siempre comparo la cocina con otros sectores como la Arquitectura, en los que nunca dejan de salir técnicas nuevas. El hecho de pisar cualquier cocina hace que sigas formándote tanto con los empleados como con los propios platos”, explica. En Londres fue aprendiz de reputados chefs y en el restaurante ATAclub trabajó con el chef César Rodríguez, quien le enseñó técnicas clave para la restauración.
Durante un tiempo se dedicó a organizar y ejecutar cenas privadas en España hasta que decidió trasladarse a la República Dominicana a trabajar como chef del renombrado Hotel Embajador. “Una de las experiencias que siempre recuerdo es haber trabajado junto Alberto Martín Cárdenas, catalogado el mejor chef español en la República Dominicana. Tuvimos situaciones muy divertidas en interminables turnos de 20 horas seguidas”, comenta.
De ahí fue reclutado como profesor de cocina internacional en Bolivia. Tiempo después regresó a la República Dominicana a dirigir el reconocido restaurante Mijas ubicado en el centro de Santo Domingo.
De todas sus experiencias alrededor del mundo concluye: “He disfrutado todos y cada uno de los momentos vividos en cada país y cocina”.