Alzheimer: Señales tempranas, beneficios del diagnóstico oportuno y cuidados adecuados

Por Dr. Senén Vega Cruz, Especialista en Medicina de Familia Geriatría

La enfermedad de Alzheimer es una afección progresiva y degenerativa del cerebro que afecta a más de 50 millones de personas en todo el mundo.

En Puerto Rico, el Alzheimer era la decimocuarta causa de muerte en 1999, y en 2019 se convirtió en la cuarta causa de muerte en la isla. A medida que nuestra población envejece, el Alzheimer se ha convertido en una preocupación cada vez mayor.

En esta ocasión abordaremos algunos mitos comunes sobre la enfermedad de Alzheimer, además de revisar las señales tempranas, los beneficios del diagnóstico oportuno y los cuidados adecuados.

Diagnóstico

Para el diagnóstico del Alzheimer, se pueden utilizar diversas herramientas, incluyendo exámenes neuropsicológicos, pruebas de imagen cerebral y análisis de biomarcadores.

Los exámenes neuropsicológicos implican pruebas que evalúan la memoria, la atención, el lenguaje y otras habilidades cognitivas.

Estas pruebas se utilizan para medir el rendimiento cognitivo del paciente y compararlo con el de personas de su misma edad y educación.

Las pruebas de imagen cerebral, como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la resonancia magnética (MRI), pueden mostrar cambios en el cerebro relacionados con el Alzheimer, como la acumulación de placas amiloides y ovillos neurofibrilares.

El análisis de biomarcadores, como el análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR), también puede ayudar en el diagnóstico del Alzheimer. El LCR puede mostrar niveles anormales de proteínas asociadas con la enfermedad.

El diagnóstico temprano del Alzheimer es fundamental para un mejor manejo de la enfermedad y una mayor calidad de vida del paciente y su familia.

Señales tempranas de la enfermedad de Alzheimer:

  1. Deterioro de la memoria que afecta las actividades diarias, como olvidar información recién aprendida o repetir preguntas.
  2. Problemas para concentrarse, planificar o resolver problemas, como perder la capacidad de realizar tareas simples o manejar el dinero.
  3. Problemas para completar tareas diarias, como hacer la compra o seguir una receta.
  4. Confusión en cuanto a tiempo y espacio, como perder la noción del tiempo o no reconocer lugares familiares.
  5. Problemas visuales o de percepción espacial, como tener dificultades para leer o juzgar distancias.
  6. Problemas del habla, como tener dificultades para encontrar las palabras correctas o llamar a las cosas por nombres equivocados.
  7. Colocar objetos fuera de lugar y tener dificultades para volver a encontrarlos. 
  8. Disminución o falta de juicio al tomar decisiones, como gastar grandes cantidades de dinero en compras innecesarias.
  9. Pérdida de interés en eventos laborales o sociales, o tener problemas para seguir las conversaciones o participar en actividades cotidianas.
  10. Cambios de humor, como apatía, tristeza sin razón aparente, ansiedad, irritabilidad o comportamientos inapropiados.

Identificar de forma temprana los síntomas del Alzheimer puede ayudar a las personas a buscar tratamiento y atención médica adecuados.

Los síntomas iniciales pueden ser leves y difíciles de detectar, pero la observación consciente puede darnos indicios de aquellos cambios en el comportamiento y en las capacidades cognitivas, que pueden identificar la enfermedad en una etapa temprana.

Beneficios del diagnóstico oportuno:

El diagnóstico temprano del Alzheimer puede tener muchos beneficios, tanto para la persona afectada como para sus seres queridos, pues permite un abordaje de los síntomas retrasando la evolución de la enfermedad

Entre los beneficios más importantes encontramos que:

  • Permite abordar el manejo efectivo de la persona con enfermedad. 
  • Facilita los servicios de apoyo y el plan de cuidado a largo plazo. 
  • Ayuda al tratamiento farmacológico y no farmacológico de forma oportuna
  • Permite que el cuidador busque y reciba la información o las referencias adecuadas sobre la enfermedad de Alzheimer. 

Mitos comunes sobre el Alzheimer

Uno de los grandes desafíos de esta enfermedad, es los diferentes mitos que giran en torno a ella, lo que puede llevar a la confusión y la falta de comprensión sobre esta afección, como, por ejemplo, la creencia que la pérdida de memoria está estrechamente ligada al envejecimiento, o que la habilidad cognitiva se va perdiendo con la edad. Es importante tener en cuenta que cada persona es única y experimenta el envejecimiento de manera diferente. Aunque existen algunos cambios físicos y cognitivos asociados con el envejecimiento, no estereotipar o discriminar a las personas mayores en función de su edad.

Tratamiento

Actualmente no existe una cura para la enfermedad de Alzheimer, pero hay tratamientos que pueden ayudar a aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.

El tratamiento se enfoca en manejar los síntomas específicos del paciente, lo que puede incluir medicamentos para mejorar la memoria y la capacidad de pensar, así como para controlar los cambios de humor y el comportamiento.

También se puede utilizar terapia ocupacional para ayudar a las personas a mantener sus habilidades y fomentar su independencia en las actividades diarias. La terapia del habla y el lenguaje también puede ser útil para aquellos que tienen problemas con el lenguaje.

Además, se recomienda un estilo de vida saludable, que incluya ejercicio regular y una dieta equilibrada, para ayudar a mantener la salud física y mental. También se puede recurrir a la terapia psicológica y a grupos de apoyo para ayudar a las personas afectadas y a sus familias a lidiar con la enfermedad.

Es importante tener en cuenta que el tratamiento y la atención adecuados pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas con Alzheimer y sus cuidadores.

Prevención y factores de riesgo

La prevención del Alzheimer se centra en mantener un estilo de vida saludable, realizar actividades como leer, dormir bien, y evitar el estrés crónico, además del control de otras condiciones médicas crónicas.

Los factores de riesgo más comunes son la edad, los antecedentes familiares, el género (las mujeres tienen mayor riesgo), las variantes genéticas, el sedentarismo, la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol elevado y el consumo de tabaco y alcohol.

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